lunes, 6 de enero de 2014

Ser una osezna

Pongo fin hoy a las navidades, el día de Reyes, y no porque yo haya querido ponerle un final a mis vacaciones, me la ponen quienes nos organizan la vida, quienes nos dicen cuándo hemos de comer, a qué hora, que concierto hemos de escuchar, qué palabras sin sentido  hemos de soportar antes del telediario, el día clave familiar donde las rencillas se aparcan, qué regalos hermosos tenemos que soñar tener, cuándo empezarán las rebajas, qué establecimiento ha realizado la mejor temporada llevándose nuestro dinero, dinero que hemos dado gustosos, dinero que algunos no tenemos, pero la sociedad no nos deja escoger. Nuestros padres se morirían de pena si un 24 de diciembre, sin venir a cuento, dices que no vas, que lo vas a pasar en tu cama durmiendo a pierna suelta porque lo necesitas, porque ya has trabajado de lo lindo durante el primer trimestre, ya te han hecho trabajar para producir, y tú solo quieres invernar, ser como un oso, olvidarte de todo hasta la primavera, pero la lástima, la tradición y la pena te arrastran a ir a una cena donde no quieres comer, donde los dulces saben a engaño y donde siempre acabas peleándote con el primo que te recuerda lo injusta que eres.

Ya no me hace ilusión ver las luces de navidad, no, porque no son auténticas, lo auténtico sería ver cómo en cada barrio surge la magia y adornan sus propios pinos, calles y farolas dándole un toque de verbena. No quiero ver cómo el dinero, que no lo hay, corre entre tabernas, bares y restaurantes fingiendo algo que no tenemos, pero que la sociedad protege como si de un hijo pródigo se tratase.
Se puede pedir préstamos para comprar los regalos de Papa Noël y de los Reyes Magos, los bancos ofrecen una concesión para ello, nos podemos hipotecar para comprar la bici, el ordenador o el viaje a Italia, porque según veo entre mis conocidos, los regalos cada año van a más y más. Mañana está lejos, mañana es mañana día 6, pero no importa si el niño tiene una sonrisa al abrir el regalo, aunque luego destierre el objeto en cuestión en el armario de los recuerdos donde están el resto de los juguetes de los años anteriores.
Yo reivindico las navidades de mi infancia. Un abrigo un año, un pantalón otro, un pijama y zapatillas al siguiente, y los juguetes elaborados con la fantasía desbordante que todos los niños (Todos sin excepción) teníamos. El cartón era objeto estrella al que estábamos abonados todos y con el que construíamos bólidos, camiones, coches para nuestras muñecas usadas, contenedor de libros, (libros editados, ilustrados y escritos por nosotros) y un sin fin de maravillas con el único propósito de pasárnoslo bien. Nunca competíamos con los otros niños del barrio, uníamos fuerzas para elaborar contenidos didácticos que ya quisieran muchos pedagogos de pacotilla tener entre sus vitrinas.
Sí, gracias por haber terminado ya estas, las últimas, aburridas y sin contenido ilusorio, navidades de mentira.
Os invito a entrar en mi cueva y meditar si la vida así, es verdadera vida.
Ser osezna da un respiro a la forma de interpretar la vida. Nadie llamará a preguntarte cómo vas. Se sabe que todo está bien.
Así debe ser.
Aquí os dejo una canción que puede llegaros por lo menos, a sentir desde dentro, sin interferencias e interrupciones, la auténtica navidad.

VOY A VIVIR- SUEÑO DE MORFEO


No hay comentarios:

Publicar un comentario