jueves, 10 de julio de 2014

LAS ENSEÑANZAS DEL MAR MEDITERRÁNEO

Llevo tres años llevando a mi madre al mar para que sus huesos maltrechos y su circulación irregular se calmen y de paso, llevarse el iodo, la brisa y el agua que, durante todo el año la ayudan a pasar sin dolores.



Pero más allá de lo físico, hay una energía viva, amorosa y sabia que me espera desde la primera vez que yo me puse en contacto con sus aguas, con las aguas del mar Mediterráneo.
El primer año me habló, y yo escuché emborrachada de su saber, de su estar, de esas lecciones de vida que una necesita recoger de alguien con más experiencia, y que mejor que un ser que ha estado siempre ahí, siglos y siglos impertérrito, esperando una oportunidad para ayudar a la humanidad.
Pensé que era mi cabeza, mi mente, mi imaginación, pero día tras día iba desgranando una historia que yo no tenía porqué saber, y fui comprendiendo que era él quien hablaba a través de mi corazón.
Y cada año, un reconocimiento, de tu a tu, de corazón a corazón, de energía a energía.
Y cada año una lección difícil de olvidar. Una lección necesaria para seguir avanzando en esta, nuestra vida.
Este año ha sido sanador, desde todas las perspectivas, sanador pues me ha ayudado, yo que soy de agua, una escorpiniana recalcitrante, a sacar viejas heridas del pasado,  reconociéndolas, mirándolas y amándolas.
Y durante la semana, cada día el mismo mensaje ( los humanos somos los que tropezamos siempre con la misma piedra y hay que reforzar los mensajes), mensaje que habla de esperanza y de amor.

"TU AGUA, MI AGUA Y EL AGUA DEL CIELO, SON UNO" 

Y yo, desde mi agua me conectaba con su energía todos los días, y él me acogía con sus olas, y me hacía respirar con su acompasado ritmo, sintiendo la brisa, las palabras que entraban y salían desde el mismo sitio, desde el único sitio que deben de estar todos los mensajes:
DEL CORAZÓN.

Este año me ha hablado de mi padre, porque tenía que hablarme de él, me ha hablado de un tiempo en que el perdón es el único camino hacia nosotros mismos, hacia nuestro yo interior, hacia nuestro ser, y desde ahí, todo recuerdo, acción o sentimiento queda sanado porque nada hay más amoroso que ver las cosas con otros ojos, con los ojos del hoy.
Y hay que avanzar, paso a paso, hacia esa dimensión en que todo queda atrás, sin rencor, sin pizca de envidia, sin resquemor.
¿Cómo no voy a amar a ese mar, que llámese Mediterráneo, Cantábrico o Atlántico, me hacer volverme hacia mí, hacia mi esencia y recordar, que todos, todo, estamos conectados, y TODOS SOMOS UNO.



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