EL
SOLSTICIO DE VERANO
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La
celebración del solsticio de verano como tal data de 5000 años antes de Cristo
a raíz de la permanente observación de la bóveda celeste por parte de sabios
astrónomos-astrólogos. Los antiguos griegos definían este acontecimiento referente
al Sol como una puerta de entrada a otra dimensión, el sol mermaba día a día
porque penetraba en la dimensión del espíritu de los hombres, primero lucía en
el exterior para después lucir en el interior. El espíritu se recoge
sobre sí mismo para asimilar las experiencias vividas que el sol interior
ilumina. A esta Puerta imaginaria la llamaron Puerta de los Hombres. Al
solsticio de invierno lo llamaron la Puerta de los Dioses.
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Esta
creencia forma parte de la mitología griega que expresa en un lenguaje
metafórico la relación del hombre con los dioses creadores que habitaban el
panteón Olímpico, en el hogar de la luz, que es lo que significa Olimpo,
luminoso. El hombre sólo puede llegar a la luz, a conectar con los dioses del
Olimpo mediante una introspección, cruzando la puerta del inconsciente. Los
griegos también rendían culto a Apolo, dios de sol, padre de la medicina del
alma, al que invocaban encendiendo hogueras de carácter purificador. Mediante
rituales, los kouros,
o terapeutas, sometían a los enfermos a sesiones de análisis de sueño mediante
la inducción a un estado alterado de conciencia. En estas sesiones les eran
reveladas las dolencias del paciente. Los kouros,
fueron sin duda los primeros psicoanalistas de la historia. Más tarde la mitología
romana se referirá a las Puertas Solares como las dos caras de Jano, el
guardián de las Puertas, el dios que simboliza la transición del pasado al
futuro, de la vida a la muerte y el renacimiento. Jano tiene influencia sobre
las cosechas y sobre la luz y la oscuridad.
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Muchas
otras culturas han celebrado y siguen celebrando este fenómeno cósmico porque
el Sol es para todos una fiesta, un principio de vida, la continuidad de
la existencia y el primer logo o divinidad con la que la humanidad se identificó.
Numerosas leyendas también dejan constancia de la existencia de Puertas
invisibles, que lo son a simple vista, para los ojos físicos, pero no para la
percepción más trascendente del ser humano durante este momento mágico. Dicen
que los espíritus más puros, los guías de luz logran también acceder a nuestra
dimensión durante el festejo del solsticio para comunicarse con nosotros.
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En la
cultura celta los druidas celebraban el ritual de Alban Heruin, que consistía encender hogueras buscando
la bendición para las tierras y sus frutos, así como buenos augurios para los
enamorados y fertilidad para las mujeres. La magia de los druidas invocando a
los Elementales, es decir a los espíritus de los elementos de la naturaleza,
las Salamandras del Fuego, las Ondinas del Agua, las Sílfides y Elfos del Aire
y los gnomos de la Tierra, son parte de una tradición que nos ha dejado
numerosas leyendas y mucho folclore musical.
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En Méjico,
los guerreros aztecas dedican muchos rituales al culto solar para que la
“renovación de los fuegos”, ayude a la tierra y al ser humano a respetar los
ciclos y a obtener buenas y abundantes cosecha, así como salud.
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Los Incas
del Perú festejan el Inti-Raymi,
la fiesta del Sol. Es un espectáculo ver en la explanada de Sacsahuamán, muy
cerca de Cuzco, las llamaradas de las fogatas que invocan al astro rey antes de
la salida del sol. En la tradición hindú el solsticio estival es la vía de
los ancestros, la pitri-yana,
igual que para los griegos, una puerta que conduce al interior. Los Indras adoran
el fuego primordial y aseguran que algunos chamanes durante el ritual del fuego
pueden leer el futuro en las llamas. Las cenizas de las hogueras durante el
solsticio se conservan todo un año.
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Entre los
beréberes de África del norte de Marruecos y de Argelia, se celebra la fiesta
del Ansara el 24 de junio. Encienden hogueras en
las plazas de los pueblos, en lugares que consideran que necesitan una
purificación. Arrojan al fuego hierbas medicinales. Ahúman después sus
principales utensilios, herramientas y objetos personales. Consideran que el
humo de las hogueras protege los campos cultivados y mata los virus y las malas
energías. Seguidamente saltan siete veces por encima de las brasas, purifican
también el interior de las casas y los enfermos con
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ramas
encendidas para ahuyentar los malos espíritus e inmunizarse el cuerpo. Esta
tradición procede de la cultura pre-islámica porque se basa en el calendario
solar, actualmente el calendario musulmán se basa en el calendario lunar aunque
se siguen conservando muchos de estos rituales.
· La tradición cristiana que celebra la
fiesta de san Juan el 24 de junio, adaptó el culto pagano a las enseñanzas
bíblicas. Según las Sagradas Escrituras, Zacarías recibió en sueños un mensaje
del Arcángel Gabriel anunciándole su próxima paternidad. Pero Zacarías no lo
creyó, seguro de que su mujer era estéril. Ante la ausencia de fe, Zacarías
quedó mudo y sólo recobró la voz el día en que nació su hijo Juan. En
agradecimiento a Dios, Zacarías encendió una gran hoguera y en un ritual de
purificación, saltó por encima de las llamas recitando cánticos de alabanza al
Señor y anunciando el nacimiento de su hijo. Esa es la conmemoración de la
Iglesia católica cada 24 de Junio, el nacimiento de Juan Bautista precursor de Jesús que
anuncia el nacimiento de una nueva fe basada no en el rito pagano del planeta,
sino en el poder del sol interior.
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Coincidiendo
con el periodo del solsticio, y por todo lo que hemos explicado anteriormente,
la fiesta de San Juan representa esa cultura que contempla lo exotérico: el sol
como astro que nos permite la vida, que la naturaleza siga dándonos sus frutos;
pero también lo esotérico: los rituales iniciáticos que tienen lugar en
numerosos lugares de la tierra desde el 21 al 24 de junio, tienen como
propósito recrear la magia, cruzar la “Puerta”, dar el salto de una realidad a
otra, la posibilidad que quemar todo lo viejo, mediante el acto de arrojar al
fuego de las hogueras todo lo inútil, lo que ya no puede convivir con la nueva
personalidad naciente. De la misma forma que todo es cíclico, nuestra
naturaleza interna también tiene que renovarse.
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De todo
ellos se desprende el sentido mágico de la fuerzas de la naturaleza. Suelen
recolectarse en esos días del solsticio diversas plantas medicinales porque se
ha comprobado que su poder curativo se multiplica considerablemente. Se recogen
diversas variedades, como el hipérico o hierba de San Juan, la Manzanilla o
Abrótano hembra, la Artemisa, la Milenrama, el Saúco, el Gordolobo, la
Pulsatilla alpina, la Onagra y la Perpetua, el Espliego, el Romero, el Tomillo.
Esas propiedades medicinales aumentan gracias a la especial radiación del Sol
en el solsticio y también a la exhalación del vapor de agua llamado Flos-coeli (flor
Celeste), también llamando Flor de Agua, que se forma al amanecer, es el rocío
solsticial.
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Como este
acontecimiento solar se relaciona con la purificación, la prosperidad, la
abundancia y la fecundidad, algunas tradiciones populares cuentan que al
amanecer del primer día de verano, las mujeres de los pueblos iban a recoger de
las fuentes y de los manantiales la Flor celeste o Flor del Agua y se la
bebían, creyendo firmemente que encontrarían a la pareja adecuada, se curarían
de algún mal, o podrían concebir hijos. Durante este ritual solían entonar cantos
específicos dedicados al rocío.
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La
tradición de esta fiesta de raíces milenaria se sigue celebrando en muchos
lugares del planeta y en todos, las costumbres son muy similares. Coinciden en
el encendido de hogueras purificadoras o de adoración al Sol. En algunos sitios
también se complementa con baños al amanecer, como un ritual de bautismo.
Entrar en el río o en el mar para limpiar las emociones para después dar tres
vueltas en sentido contrario a las agujas del reloj alrededor de la hoguera.
Este acto simboliza la purificación, para terminar se saltan por encima de las
brasas entonando algún mantra u oración de transmutación. Es común también que
en la fogata cósmica se quemen enseres viejos, intenciones escritas en un papel
y que se celebre la noche con cantos y una ofrenda a la tierra.
Con todo lo dicho, deberíamos de cruzar la “Puerta”, dar el salto de una realidad a otra,
abrirnos a los mensajes que nos quieran comunicar, la posibilidad de poner la
intención de quemar todo lo viejo, mediante el acto mental de arrojar al fuego,
todo lo inútil, lo que ya no puede convivir con la nueva personalidad naciente.
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