miércoles, 18 de noviembre de 2015

LA HISTORIA MAS BELLA DEL MUNDO

Hace muy poco tiempo, me leyeron, sentada en un balancín, con una voz susurrante y armoniosa, un atardecer otoñal, en un lugar apto para perderse y encontrar tu Estar, la historia más bonita del mundo.
Con permiso de mi gran amiga Lola, la historia más bella del mundo es la que os paso a relatar, historia vivida en primera persona, es un regalo que le hago a Dolores, mi tía, sin saber si alguna vez, en esta vida, escuchará de mis labios, su historia.
Es la historia de un Ser de Luz, viajando hacia la Luz.

DOLORES Y JOAQUÍN
Dolores llegó a la residencia para no quedarse, y con ese fin se preparó día a día. Para salir. Vivir. Experimentar. Reír. Recordar. Amar.
Ella, CUIDADORA, en mayúsculas, reticente a ser cuidada por otros, tuvo que bajar sus resistencia cuando, en un alarde de dignidad, dijo no a la medicación destructiva, y dijo si al periodo de caducidad.
Mientras tanto, un cometido muy antiguo fue completándose. Reunir a sus sobrinas. Un auténtico acto de amor. Cuarenta años de desencuentros.
Tiempo de unión.
Dolores, diariamente, sin poder perder su estatus de CUIDADORA, parecía una auxiliar subiendo, bajando, llevando sillas de ruedas con personas agradecidas a sus habitaciones, paseos con conversaciones lúcidas con el alzeimer, sonrisas cómplices con octogenarias depresivas, invitaciones generosas de bocadillos y cervezas a ancianas demenciadas.
Parece una reina cuando baja al comedor. Todos a su paso se apartan saludando, besando, abrazando.
Joaquín, gallardo hombre de antaño, conversador, ligón, buen tipo, calló rendido el primer día, en que, por su ceguera se vio desorientado topando una y otra vez con la misma y testadura columna.
Dolores, con ternura y sin hacerle sentir torpe, le llevó al comedor como si fuera un acto diario, comprometida.
Ahí empezó todo. Él esperaba paciente a que ella le recogiera del ascensor y juntos comenzaban el día: Desayuno, pintura, gimnasia, comida, paseo, conversación, cena y despedida.
"Adiós Joaquín, que descanses"
"Adiós, Dolores, primor, buenas noches, recuérdame en tus oraciones"
El día en que Dolores le dijo que era el más atractivo de la residencia, se envalentonó y se le declaró:
"Hagámonos cariñitos mientras vivamos"
Pero Dolores, cuyo corazón era de sus recuerdos, no consistió. Sólo quiero amistad. Conversación. Paliar la soledad del enfermo.
Se hicieron inseparables. Se buscaban a pesar de su ceguera, la veía con los ojos del corazón, y más la quería, y más la buscaba.
Pero llegó el día en que Dolores no pudo bajar. Dolores encerrada en su habitación, se apagaba como una vela encendida. 
Días sin verse, sin hablarse, sin sentirse.
Joaquín sentado en su butaca, olia el aire por si el perfume familiar llegaba de algún sitio. 
Se cansaba de esperar.
Pedía a gritos verla, todo eran escusas sin fundamento, y el, erguido, quieto ante el ascensor, soñaba con el encuentro.
"¿Va usted a la planta nº 3? ¿Le importaría...?" Y siempre la misma respuesta, no puedo, las auxiliares regañan, entienda que...
Y por fin, un desconocido que no conocía las reglas, le subió.
Ciego de profesión, colgaba sobre sus ojos una lágrima furtiva de frustración ante lo que, intuía como el final de una vida.
"10 meses me han servido Dolores para volver a amar al Ser Humano. 10 meses de poder sentir la generosidad y el amor"
"Prometedme que volveré a verla"
Y hoy, yendo hacia el hospital supe que no podría realizar la promesa prometida.
Es un viaje sin retorno. Es el último viaje.
Mas, como soy soñadora de profesión, y no me cuesta nada crear de la nada, hoy he dibujado en mi corazón un espacio donde Dolores y Joaquín, se visitan, se dan el último adiós y se despiden hasta
el próximo encuentro.
Ese espacio acogedor e íntimo está reservado para dos almas que, trascendiendo espacio y tiempo, encontrarán su momento.

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