El agua tiene tantas cosas que contarnos que los minutos se convertirían en infinitos, y sería tanta sabiduría la que entrase por nuestros sentidos que no sabríamos cómo interpretarla.
Es tan increible pensar que el agua, ese bien preciado, puede informarnos del bienestar de nuestro corazón, de cómo sanarnos, de cómo incorporar su armonía a nuestro ser, de cómo relajarnos con su sonido, y ello con sólo escuchar su mensaje a través de una propiedad física llamada resonancia, que contacta dos sonidos de la misma frecuencia y los armoniza.
El agua sabe mucho, no por su sabor, sino por la información que contiene. Así lo atestigua la investigación que ha llevado a cabo el japonés Masaru Emoto, que desde hace más de 20 años investiga el agua y sus propiedades sanadoras. A través de diferentes muestras de agua, toma fotografías microscópicas de los cristales que se forman al congelarla, y los resultados varían dependiendo de los estímulos a los que se ha sometido el agua. De esta forma, palabras, pensamientos, emociones e incluso la música, son capaces de alterar o modificar la estructura molecular del líquido elemento, y consecuentemente a nuestro propio cuerpo, compuesto de un 75% de agua, afectando igualmente al planeta Tierra en su conjunto.
En otro momento os hablaré de la historia del agua, de su procedencia primigenia y de su poder de curación absolutos.
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