miércoles, 27 de agosto de 2014

LA PALABRA ESCRITA

Según mi madre, yo nací con la imaginación demasiado desarrollada y con tremendas ganas de difundir mi creatividad naciente, y ya desde que supe agarrar un lapicero me di a la tarea de escribir, de mis manos surgieron historias de aventureros en busca de tesoros imposibles, cuentos y fábulas de animales con final incierto, viajes iniciáticos (hoy lo se) de ratas vestidas de mosqueteros, y con 12 años, una novela que años después la descubrí escrita por un escritor célebre. La obra era 1984, de Orwell.
Mi derroche literario iba parejo a mis lecturas, sabía que para escribir bien tenía que tragarme libros, enciclopedias enteras pues había que adquirir vocabulario, estructuras, frases y manejar los recursos literarios como  gran maestría.
Pero llegó un tiempo en que el parón se hizo inevitable, problemas dela  vida surgieron y restablecer la calma en mis andaduras era lo más importante, en aquellos momentos.
Al surgir el trabajo, profesora de niños, volví a retomar la escritura pero con una finalidad, cuentos infantiles como apoyo al currículum escolar. Volvía a reencontarme conmigo misma y mi razón de ser y estar.
Con el tiempo, y años de actriz (a mateur) llegaron las obras de teatro con fines educativos que saciaron mi sed creativa.
Por entonces yo ya escogía las libretas y plumas con que surcaría la aventura de escribir, la energía que me transmitían las hojas era proporcional a la creatividad que desarrollaba en sus espacios.
Y surgió un proyecto de vida, escribir, investigar, bucear en la historia de mi familia para realizar un viaje al pasado en busca de mis raíces.
Durante cinco años investigué yendo a  los lugares de origen, encontré pueblos de los que no tenía noticias y parientes surgidos del catastro antiguo que me informaron de su forma de vida, sus aspiraciones, miedos y esperanzas.
Como resultado de todo aquello tengo cuatro volúmenes novelados, esperando ser revisados y convertidos en  saga. Lo titulé JUSTICIA, pues ese es mi apellido.
Sin parar de escribir, después de aquellos años tuve la necesidad de sacar mis sentimientos, mi forma de pensar, de actuar, de hablar con mis miedos y mis aspiraciones.
Compaginé cuentos para niños con cuentos y relatos que surgía del corazón.
Historias reveladas a partir de una crónica de un periódico o de un vídeo de internet, o simplemente de mi subconsciente, que trabajó de lo lindo durante esos años.
Me presenté a concursos sólo por sentirme inspirada por los temas propuestos, pero más tarde se me reveló que todo aquello era un plan preconcebido para sacar de dentro, toda la información retenida y archivada por mis células.
Historias de civilizaciones perdidas, reyes medievales maltratados, pintores de la corte ensalzados, en fin, personajes que surgieron de mi pluma escritora para deleite mío, que era lo más importante.
Me cayeron algunos premios, (premio para el ego), y yo seguí a lo mío, siendo feliz retomando mi ansiada profesión olvidada.
Y llegó de nuevo el parón, vencida por otros objetivos, la decisión fue dando paso a otro tipo de creatividad.
Un año sin apenas palabras escritas, sólo las programaciones del colegio y los informes mensuales.
Y de nuevo, ahora, durante este verano de 2014 he vuelto a sentir la inspiración de la palabra escrita, y he dado rienda suelta a mi creatividad. Me han venido historias de a pie, historias verdaderas que han insuflado mi corazón y le han llenado de emoción, que es el sentimiento que necesito para volver a escribir.
Las libretas se han pegado un buen baño de escritos y las plumas guardadas, han hecho su función para lo que fueron creadas, para transmitir lo que un escritor lleva dentro, sus sentimientos más profundos y difundirlos para que puedan ayudar a quienes las palabras sirvan de consuelo.
Gracias al lugar que hizo posible mi vuelta a la palabra escrita.
Gracias

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